A veces una vanguardia autoproclamada realmente es lo que afirma ser. Ya que la sobrecargada red eléctrica de Cuba se colapsaba cada dos por tres y faltaba dinero para renovarla, Fidel Castro ordenó ya en el año 2005 que se repartieran bombillas de bajo consumo a gran parte de la población.
La acción se convirtió en un exitoso producto de exportación: el presidente venezolano Hugo Chávez pidió a los “batallones” cubanos (varios miles de voluntarios juveniles) que recorrieran también los hogares de Venezuela, sustituyendo las bombillas corrientes por las de ahorro. Ahora le toca el turno a Panamá. El Gobierno del país ha proclamado la "Operación Bombillo". Se trata de cambiar gratuitamente seis millones de bombillas para reducir los consumos punta y evitar los apagones.
La entrega gratuita es la manera más eficaz de propagar la nueva técnica con rapidez. Europa, sin embargo, prefiere apostar por las prohibiciones. A partir del 1 de septiembre de 2009 está prohibida la venta de las clásicas bombillas de 100 vatios. Siguen los modelos de 75, 60, 40 y 25 vatios hasta que en 2012 se eliminarán los últimos representantes de la época de Edison. A veces una vanguardia autoproclamada realmente es lo que afirma ser. Ya que la sobrecargada red eléctrica de Cuba se colapsaba cada dos por tres y faltaba dinero para renovarla, Fidel Castro ordenó ya en el año 2005 que se repartieran bombillas de bajo consumo a gran parte de la población.
La acción se convirtió en un exitoso producto de exportación: el presidente venezolano Hugo Chávez pidió a los “batallones” cubanos (varios miles de voluntarios juveniles) que recorrieran también los hogares de Venezuela, sustituyendo las bombillas corrientes por las de ahorro. Ahora le toca el turno a Panamá. El Gobierno del país ha proclamado la "Operación Bombillo". Se trata de cambiar gratuitamente seis millones de bombillas para reducir los consumos punta y evitar los apagones.
La entrega gratuita es la manera más eficaz de propagar la nueva técnica con rapidez. Europa, sin embargo, prefiere apostar por las prohibiciones. A partir del 1 de septiembre de 2009 está prohibida la venta de las clásicas bombillas de 100 vatios. Siguen los modelos de 75, 60, 40 y 25 vatios hasta que en 2012 se eliminarán los últimos representantes de la época de Edison.
Hasta un 80 por ciento de ahorro energético
Las bombillas de ahorro pueden, según los argumentos de los políticos de la UE, ahorrar hasta un 80 por ciento de electricidad en comparación con las variedades clásicas. Aluden que bastan once vatios para obtener la luminosidad de la habitual bombilla de 60 vatios. Además afirman que los nuevos modelos incluso benefician al bolsillo del consumidor: el precio más alto, dicen, es más que compensado por la mejor eficiencia energética y porque duran entre 5 y 15 veces más.Pero todavía existen grandes diferencias de calidad en lo que técnicamente se conoce como "lámparas fluorescentes compactas". El peor de los modelos examinados por la revista alemana Öko-Test incluso consumió más energía que una bombilla tradicional.
Al contrario de los modelos convencionales, las bombillas de ahorro además tardan unos momentos en alcanzar su luminosidad completa. En el caso de productos baratos, el cliente permanece varios minutos a la penumbra. Incluso los modelos buenos tardan 25 segundos en alcanzar el 80 por ciento de su luminosidad.
El mercurio frustra la alegría del ahorro
Otro defecto de las lámparas fluorescentes compactas es su contenido de mercurio. El metal es necesario porque desprende rayos ultravioletas cuando se le disparan electrones. El revestimiento del tubo transforma estos rayos en luz visible. Los mejores modelos se conforman con menos de dos miligramos del venenoso metal pesado: los termómetros de fiebre a menudo contienen 500 veces más. No obstante, no se deberían tirar las bombillas a la basura cuando su vida útil haya terminado. Esto, sin embargo, ocurre a menudo en Alemania, pues la logística de la empresa Lightcycle, encargada del reciclaje en el país germano, aún es insuficiente.Las bombillas clásicas no contienen mercurio. Pero a menudo consumen electricidad proveniente de centrales térmicas de carbón que sí producen emisiones de mercurio. Si además se tiene en cuenta la vida útil mucho más larga de las nuevas fuentes de luz, el balance de mercurio es más bien positivo para las bombillas de bajo consumo, siempre que sean productos de calidad. Según los cálculos de la Iniciativa EcoTopTen, de Freiburg (Alemania), el impacto medioambiental del mercurio se reduce en dos tercios en comparación con las bombillas clásicas.
También la calidad de la luz que irradian las bombillas de ahorro se ha mejorado en los últimos años. La luz de las variedades “blancas y cálidas” apenas se distingue de la de una bombilla clásica. Problemas iniciales con la resistencia al frecuente encendido y apagado también fueron solucionados. Los mejores modelos aguantan 600.000 ciclos.
Se pudo leer en la prensa sensacionalista que un grupo de investigadores advirtió de que las bombillas de bajo consumo representaban peligros para la salud, causando quemaduras o incluso cáncer de piel. Esto no es correcto: los autores del estudio británico en que se basaron estas noticias se pronuncian a favor del empleo de las bombillas de ahorro. Eso sí, a las personas que se encuentran muy cerca de la lámpara con regularidad les recomiendan modelos cuyos tubos cuentan con un revestimiento adicional de vidrio.
Los científicos levantan la alerta
La mayoría de los científicos cree que también la preocupación por el smog eléctrico que puedan causar las lámparas fluorescentes compactas carece de fundamento. Sus “campos magnéticos de baja frecuencia“, según un estudio suizo, “no muestran ningún tipo de anomalías en comparación con otros electrodomésticos”.Así que las asociaciones ecologistas tienen razones suficientes para saludar unánimemente las nuevas lámparas e incluso para pedir una aplicación más rápida de la prohibición de las bombillas clásicas, cuya vida útil termina en promedio después de mil horas de uso.
Algunos casos excepcionales no logran refutar estas estadísticas poco halagüeñas: en la sede de los bomberos de Livermore (California) sigue funcionando desde 1901 una bombilla de 4 vatios de vidrio soplado artesanalmente en tiempos de Edison. Sus servicios sólo quedaron interrumpidos durante los apagones y la mudanza de los bomberos a otro edificio. Hace años que una cámara web espera la muerte de la vieja bombilla
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